• ÁREA DE PSICOLOGÍA CLÍNICA

    Desde una perspectiva multidisplinar, nuestra labor se centra principalmente en la evaluación, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de las alteraciones psicológicas y trastornos cognitivos, comportamentales y relacionales que inciden en la salud y la enfermedad...

    Leer más
  • ÁREA DE PSICOLOGÍA INFANTO-JUVENIL

    En el Centro de Psicología Clínica y Logopedia Averros, contamos con un equipo de profesionales con formación especializada y experiencia en el abordaje y manejo de las alteraciones psicológicas propias de estas edades....

    Leer más
  • ÁREA DE NEUROPSICOLOGÍA

    Entendemos la rehabilitación cognitiva o neuropsicológica como un proceso activo y parte inseparable de un enfoque integral, que permite al paciente mejorar las alteraciones funcionales derivadas de daño cerebral o enfermedad neurológica, especialmente a nivel de funciones ejecutivas, pensamiento, memoria, lenguaje, atención, percepción y conducta emocional...

    Leer más
  • ÁREA DE PAREJA Y SEXUALIDAD

    En el área de Sexualidad y pareja prestamos servicios de asesoramiento, evaluación y tratamiento de las patologías que afectan a la sexualidad, así como los problemas derivados de la relación de pareja, tanto a nivel individual como de pareja...

    Leer más
  • ÁREA DE PSICOPEDAGOGÍA

    En el Centro de Psicología Clínica y Logopedia Averroes, llevamos a cabo acciones preventivas, correctivas y de apoyo, para dar respuesta a las dificultades asociadas al proceso de aprendizaje que afecta tanto a los chico/as como a sus familias...

    Leer más
  • ÁREA DE LOGOPEDIA

    Nuestra labor se centra en la prevención, detección, educación, evaluación, diagnóstico, tratamiento, rehabilitación y orientación de las áreas de la comunicación humana y sus alteraciones (patologías del lenguaje, de la voz, del habla y trastornos de las funciones orales no verbales). Labor que desarrollamos desde una perspectiva integral. ..

    Leer más

martes, 29 de noviembre de 2011

Disfonía Infantil


Para los niños, la voz es una forma de expresión no sólo comunicativa, sino también es una forma de expresar sus emociones. La voz es un instrumento que nos identifica, es un medio por el cual nos comunicamos con los demás y expresamos nuestros estados de ánimo.

Cuando los parámetros o cualidades de la voz se encuentran alterados se produce lo que llamamos disfonía; así , cuando esto se produce en el periodo comprendido desde el nacimiento hasta la pubertad lo denominamos disfonía infantil.

La disfonía infantil es un fenómeno bastante habitual que en ocasiones puede pasar desapercibida. Algunas veces los padres se habitúan a la voz de los niños, otras veces son los niños quienes no valoran como negativa su voz. Además, las afectaciones en la voz de los niños suelen ser de corta duración y normalmente asociadas a enfermedades como resfriados, gripes..., lo que hace que muchas veces no se consideren estas alteraciones como motivo para acudir a un especialista. Sin embargo, el problema se puede agravar y llegar a ocasionar patología orgánica e incluso hacerse crónico.

En la disfonía infantil existe un sobreesfuerzo vocal debido a un comportamiento fonatorio inadecuado que da lugar a una modificación del timbre y de las cualidades de la voz, la cual se hace ronca, áspera, velada, cascada, grave...

El tratamiento logopédico de la disfonía infantil tiene como objetivo establecer un patrón y unas pautas adecuadas de respiración y fonación para conseguir así un correcto comportamiento fonatorio, evitando así el sobreesfuerzo vocal.



María Teresa Madueño Iglesias

Logopeda

Share:

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Anorexia nerviosa purgativa: Terapia cognitivo-conductual

Las metas generales a alcanzar a medio y largo plazo en el tratamiento, principalmente son: Normalización de la dieta y restauración del peso a un nivel saludable para el paciente; Reducción de la insatisfacción con la imagen corporal; Mejora del funcionamiento interpersonal y social. En este sentido, los objetivos terapéuticos tienen que ir encaminados necesariamente a: Incrementar la motivación del paciente y de su familia para entender y cooperar en su recuperación física y psicológica; Proporcionarles pautas educativas relacionadas con patrones alimenticios y nutricionales sanos; Facilitar al paciente los recursos necesarios para comprender y modificar las conductas, cogniciones, emociones y actitudes disfuncionales relacionadas con su trastorno; Tratar la psicopatología coadyuvante y los conflictos psicológicos que mantienen la alteración alimentaria y por último adquirir estrategias y habilidades de afrontamiento para prevenir las posibles recaí­das futuras.

Tratamiento de elección.
El Tratamiento de elección depende de las características personales de cada paciente, su ambiente socio-familiar, la gravedad de los síntomas que presente, así como el nivel de deterioro. En general el tratamiento más apropiado puede llevarse a cabo en modalidad ambulatoria, semi-hospitalización o en modalidad de hospitalización, si se dan los criterios necesarios para ello (Pérdida ponderal grave: IMC < 15 en mayores de 14 años, pérdida de peso > 25%, alteraciones hidroelectrolíticas, presencia de estresores adicionales o de psicopatología que requiera hospitalización). En cuanto al formato de terapia cabe señalar que, a pesar de que el formato grupal presenta mayor ventaja coste/beneficio, respecto al formato individual, a veces resulta difícil de llevar acabo debido a las características de estas patologías y a la dificultad de formar grupos razonablemente homogéneos.
Recuperación física y rehabilitación.
Siendo el primer objetivo del tratamiento la recuperación física y rehabilitación nutricional inicialmente se remite al paciente a su médico para abordar el factor físico general y al nutricionista para restablecer el peso y normalizar los patrones alimentarios. La rehabilitación nutricional debe permitir la recuperación del peso de forma controlada, ajustando el contenido calórico de las ingestas iniciales a las necesidades del paciente e ir incrementándolo progresivamente hasta llegar a un peso saludable. La actividad física debe ser adaptada a la ingesta y al gasto energético del paciente. De igual modo en esta fase resulta fundamental la adecuada colaboración familiar (tener claro cómo deben realizarse las comidas, cantidades, horarios y pautas de actuación, etc.) para evitar la ansiedad añadida y posibilitar la recuperación del paciente.
Una vez iniciada la ganancia de peso, se inicia la terapia psicológica centrándose primero en las conductas potencialmente peligrosas, tales como la restricción alimentaria, las purgas y el uso de laxantes. Posteriormente, se trata de mejorar las áreas problemáticas y características clínicas de cada caso (cogniciones y actitudes, preocupaciones por la imagen corporal, baja autoestima, perfeccionismo, necesidad de control o miedo a perder el mismo, estilos de afrontamiento y estrategias de resolución de problemas, problemas afectivos y familiares asociados, etc.). Finalmente y de cara al seguimiento se prepara al paciente para la prevención de recaídas.
Abordaje cognitivo-conductual.
Desde una perspectiva terapéutica multidisciplinar, en el abordaje cognitivo-conductual, las estrategias a emplear consisten principalmente en el empleo de un conjunto de técnicas educacionales centradas en la alimentación, el peso y la familia; técnicas conductuales (técnicas operantes y de reforzamiento positivo) y cognitivas (restructuración cognitiva para el cambio de pensamientos y actitudes relacionadas con la preocupación por el peso y la silueta) y técnicas de resolución de problemas y estrategias de afrontamiento.
El programa terapéutico se estructura en torno a las siguientes fases:
Fase1: Educación nutricional  y motivación para el tratamiento.
Esta fase suele durar alrededor de ocho sesiones, repartidas semanalmente. Trata temas relativos al peso y la figura y en esta se dirigen todos los esfuerzos a motivar al paciente y establecer una relación terapéutica satisfactoria para el cambio de la conducta alimentaria inadecuada y a asegurar el apoyo familiar necesario para el trabajo terapéutico. Los procedimientos utilizados, normalmente, en esta fase son: 
·         Presentación y explicación del modelo cognitivo de la anorexia nerviosa. 

Partiendo del supuesto de que las ideas disfuncionales que el paciente tiene respecto a la comida y a su propio cuerpo, constituyen el eje central del problema aspectos cognitivos como la tendencia a valorarse a uno mismo en función de la figura y el peso, la baja autoestima, el elevado perfeccionismo y la presencia de pensamiento dicotómico. Dichos factores favorecen el miedo a engordar y la sensación de pérdida de control. La persona se hace especialmente sensible a los cambios de peso e intenta mantener un control estricto sobre la comida (restricción, purgas, ejercicio físico, laxantes). A pesar del autorreforzamiento inicial, dicho control incrementa a medio y a largo plazo su vulnerabilidad y ansiedad, lo que ayuda a perpetuar el ciclo de evitación o escape de los estímulos ansiógenos (obesidad, miedo a perder de control).
·         Proporcionar información sobre el peso y su regulación. 

Desde una perspectiva educativa, se proporciona información sobre el peso corporal y su regulación, señalando las consecuencias físicas y fisiológicas adversas derivadas de la restricción, el vómito auto-inducido y el uso de laxantes. Es una información sobre la ineficacia real de los vómitos y las conductas compensatorias para controlar el peso y sobre los efectos negativos de las restricciones o dietas prolongadas o intermitentes. De igual modo y para conseguir apoyo y colaboración adecuada de la familia, se entrevista a ésta y se le explica en qué consiste el tratamiento y de qué manera pueden ayudar al paciente eficazmente.
·         Monitorizar la alimentación mediante un registro diario. 

Se entrena al paciente a completar el autorregistro en el cual anota detalladamente su ingesta, circunstancias y contexto en que surgen las purgas, uso de laxantes u otros medios, ejercicio físico, emociones y pensamientos antes, durante y después de la crisis eventual; así como también su peso semanal. Estos registros se revisan y se analizan en cada sesión.
Fase 2: Tratamiento cognitivo-conductual.
En esta etapa se incide principalmente en la modificación de los aspectos conductuales, principalmente la restricción alimenticia y las denominadas conductas compensatorias (purgas, uso de laxantes, ejercicio físico excesivo) y en la modificación de los aspectos cognitivos del problema (pensamientos disfuncionales respecto a la comida, la dieta, el peso y la imagen corporal). Igualmente se incide en la resolución de problemas. La etapa se desarrolla normalmente a lo largo de unas 24 sesiones, con una frecuencia semanal.
·         Prescripción de un patrón de alimentación regular y normalización de la dieta.  

Se trata de regular el comportamiento alimentario, prescribiendo las bases de una alimentación sana mediante un régimen alimenticio diario, basado en las recomendaciones del nutricionista. Es fundamental en este apartado la superación de las limitaciones disfuncionales de forma progresiva y controlada, partiendo de la propia situación del paciente y no de lo que se puede considerar como  “normal”. Se elabora con el paciente una jerarquía de los alimentos evitados que se clasifican en cuatro grupos de dificultad creciente según el grado de rechazo. Como parte de una comida y en cantidades razonables, se le recomienda consumir los alimentos de uno de los grupos, empezando por los más fáciles. Mediante el análisis de los auto-registros, se determina si el paciente presenta una ingesta inferior a la esperada, en cuyo caso se le recomienda aumentarla hasta conseguir un mínimo deseado para su peso y talla. Para fomentar hábitos alimentarios adecuados, se le recomienda una serie de medidas de control de estímulos como: el no realizar ninguna otra actividad durante las comidas, comer siempre en el mismo lugar de la casa, en compañía de los demás, etc.
·         Reestructuración cognitiva.            

Como ya se ha iniciado al paciente en la etapa anterior a identificar sus pensamientos y creencias erróneas, comprendiendo su papel en la adquisición y mantenimiento de su problema, en esta fase se le enseña a examinar y cuestionar dichos pensamientos. Para tal fin se utilizan procedimientos similares a los utilizados en terapia cognitiva para la depresión y otros cuadros (Beck) y la terapia racional emotiva (Ellis y Grieger) con cierta adaptación, ya que las distorsiones cognitivas presentes en los trastornos de conducta alimentaria son similares en cuanto a forma pero diferentes en cuanto a contenido (peso, figura e ingesta). Se sigue el procedimiento estándar para identificar las distorsiones cognitivas y examinar el valor adaptativo y funcional de las creencias disfuncionales, comprendiendo las relaciones entre creencias, emociones y conductas. Una vez identificados, se procede a su reestructuración mediante un proceso que consta de cuatro etapas (Fairburn): reducir o tra­du­cir los pensamientos a su esencia; buscar argumentos y evidencias lógicos que apoyen los pensamientos; buscar argumentos y evidencias que puedan refutarlos; buscar conclusiones y explicaciones alternativas para modificar las actitudes irracionales responsables de las conductas y emociones inadecuadas. 
Cada actitud inadecuada se suele redactar en forma de frase que se anota en tarjetas que el paciente suele utilizar cada vez que surja el pensamiento o la actitud disfuncional que desea controlar. Una vez que el paciente haya aprendido a reestructurar sus pensamientos irracionales en consulta, se le anima a practicar por su cuenta, anotando los ejercicios en el dorso de su auto- registro diario de comidas para ser analizado durante las sesiones.
·         Tratamiento de la insatisfacción con la imagen corporal.

El objetivo en esta fase es abordar uno de los problemas centrales del cuadro, la insatisfacción o distorsión que presenta el paciente acerca de su imagen física. Para actuar sobre el componente perceptual de dicha distorsión, bien a través de experimentos conductuales (técnicas del dibujo y marcado de siluetas, imágenes, vídeos distorsionados, espejos deformados) o mediante reconstrucción cognitiva para la dimensión cognitiva y afectiva de la imagen corporal (sobrestimación de la talla o alguna parte del cuerpo). Se le ayuda a darse cuenta de la visión “daltónica” respecto a su figura y a examinar la conexión entre percepción de éxito y apariencia física. Se le facilita los recursos necesarios que le permitan recordar esta distorsión cada vez que se vea obeso/a y aprender a valorarse de forma objetiva, apoyándose en las opiniones de personas de confianza de su entorno, en los datos objetivos de la comprobación semanal del peso y las tallas o la ropa que utiliza. En el caso de presentar sentimientos y conductas de repulsa hacia el propio cuerpo (evitar mirarse, vestirse o desvestirse, usar determinada ropa, evitar espejos, etc.) será recomendable llevar a cabo un programa de exposición para tal efecto: “actuar en contra de su esquema disfuncional”.
·         Resolución de problemas.  

El objetivo es dotar al paciente de un repertorio que le permita manejar las dificultades y resolver los problemas asociados a las conductas disfuncionales (restricciones y purgas). Por lo tanto, se le entrena en interaccionar  y resolver de forma diferente los problemas que se le plantean en el día a día. Para ello se puede seguir el esquema de D´Zurilla y Goldfried, 1971: Identificación del problema; Definición operativa del mismo; Generación de las alternativas posibles; Elección de la alternativa adecuada tras evaluar las distintas opciones; Puesta en práctica de las soluciones adoptadas y Revisión y evaluación de todo el proceso para determinar su idoneidad. Para facilitar la práctica continua y el aprendizaje se emplea el registro diario de alimentación para anotar las incidencias surgidas y las etapas de solución de problemas llevadas a cabo para resolverlas.
Fase 3: Prevención de recaídas y seguimiento.
La tercera fase o de seguimiento, se lleva a cabo quincenalmente con el objetivo de preparar al paciente para finalizar la terapia y asegurar el mantenimiento de los resultados obtenidos, abordando la prevención de recaídas. En este sentido se informa al paciente sobre los riesgos de recaídas, entrenándole en la identificación de las situaciones de riesgo, facilitándole ciertas estrategias de adaptación y de control. También se comprueba que las expectativas del paciente sean realistas y menos absolutas para disminuir su vulnerabilidad ante las mismas. Se pueden simular las situaciones que favorecen y potencian las recaídas, incluso se le invita a “pasarse” con la comida alguna vez sin desmoronarse por ello. En esta fase se le pide realizar una valoración de lo aprendido en terapia y se le ayuda a preparar un plan por escrito para afrontar posibles recaídas en el futuro. Para terminar, se le recuerda a modo de resumen los riesgos de hacer dieta, señalando posibles factores de vulnerabilidad.
Antes de finalizar el tratamiento, se suele lleva a cabo una evaluación del cuadro, para valorar si se han conseguido los objetivos planteados a lo largo de la terapia (aceptación del peso idóneo, normalización de la dieta, desaparición de alteraciones psicopatológicas, etc.); criterios que deben de mantenerse por lo menos durante 4 años en los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) para poder hablar de una recuperación satisfactoria.
Bibliografía.
  • Carmina Saldaña García, Guía de tratamientos psicológicos eficaces del comportamiento alimentario en Guía de tratamientos psicológicos eficaces I Marino Pérez Álvarez y Cols., Ed. Pirámide,  Madrid 2005.
  • C. Perpiña, C. Botella y R. M. Baños; La evaluación de la conducta alimentaria, en Manual para la evaluación clínica de los trastornos psicológicos, Vol. I, V. E .Caballo (Dir.)  Ed. Pirámide Madrid 2005.
  • Donald A. Wiliamson, C.F. Smith y J.M. Barbin, Terapia cognitivo-conductual para los trastornos de la alimentación, en Manual de los tratamientos cognitivo-conductuales de los trastornos psicológicos, Vicente E. Caballo (Dir. Ed. Siglo XXI, Primera Edición Madrid 1998.
  • J.C Sierra G. Buela-Casal, Evaluación y tratamiento de los trastornos alimentarios en Manual de evaluación y tratamientos psicológicos, G. Buela-Casal, J.C Sierra, Madrid, Ed. Pirámide ,2004.
Mohammed Jamil El Bahi
Psicólogo/ Psicoterapeuta
Share:

martes, 8 de noviembre de 2011

Mal uso y abuso de la voz


Tanto en el abuso como en el mal uso aparece como característica definitoria la hiperaducción de la musculatura intrínseca y extrínseca laríngea, fundamentalmente, acompañada de una excesiva y violenta vibración del pliegue vocal. La fonación en condiciones de una excesiva tensión laríngea provoca, frecuentemente, cambios en los tejidos laríngeos. Al existir cambios en ellos, pueden causar alteraciones de la masa, elasticidad y tensión de los pliegues vocales, la vibración de éstos está negativamente afectada. La disfonía resultante de estos cambios en los pliegues vocales, se caracteriza por ronquera, soplo y/o tono grave.
Un abuso vocal se define como una higiene vocal pobre e incluye cualquier hábito que pueda ejercer un efecto traumatizante en los pliegues vocales. Los ejemplos siguientes son conductas habituales de abuso vocal:
  • Chillar, gritar y aclamar, son todas vocalizaciones producidas por una hiperaducción y una vibración violenta de los pliegues vocales, estas actividades abusivas pueden provocar diferentes grados de irritación laríngea, que se extienden desde la ingurgitación vascular hasta el hematoma.
  • Vocalizaciones forzadas, son producidas típicamente por niños que intentan imitar los sonidos emitidos por máquinas como automóviles, camiones, aviones, etc. Estas vocalizaciones se producen, generalmente, con un grado de intensidad en tono agudo y con la laringe en estado de hiperaducción. Las vocalizaciones forzadas también son frecuentes en los adultos.
  • Hablar excesivamente. La cantidad de producción vocal que puede obtenerse sin forzar varía de un individuo a otro. Las personas que deben usar su voz profesionalmente o que hablan de forma incesante son las que posiblemente desarrollan patologías laríngeas debidas a un uso excesivo de la laringe. Las diferencias constitucionales, probablemente, cuentan mucho para explicar las diferencias de grado de deterioro hallado en diferentes laringes.
  • Uso frecuente de un ataque glótico duro. Un ataque glótico duro se produce al aducir los pliegues vocales antes del inicio de la espiración y elevando una presión de aire subglótico hasta que se termina en una explosión abrupta que inicia la producción de vocales. El uso glótico duro puede producir lesiones serias que incluyen una laringitis crónica, nódulos vocales o pólipos laríngeos.
  • Excesiva aclaración de la garganta y demasiada tos. Aclarar la garganta y toser son actividades no locutivas que pueden dañar la laringe. Un uso excesivo de estas conductas hace vibrar explosivamente los pliegues vocales y puede ocasionar un traumatismo en ellos.
  • Inhalación de polvo, humo del cigarrillo y gases nocivos, es otra actividad no locutiva que puede dañar de forma preocupante la laringe.
  • Cantar con una técnica vocal inapropiada o en condiciones abusivas del ambiente.
  • Hablar de manera abusiva, cuando los pliegues vocales se hallan en condiciones debilitadas.
Entre los principales casos tenemos:
  • Cuando los pliegues vocales están enrojecidos o hinchados debido a una alergia o a una infección respiratoria de la vía superior, en estas ocasiones los pliegues vocales están excesivamente sensibles y pueden ser fácilmente dañados.
  • Los pliegues vocales pueden ser también afectados por el ciclo menstrual de las mujeres, con la aparición de una aspereza y un descenso del tono, debido a la disminución de los niveles de estrógeno y progesterona.
  • También los pliegues vocales son muy sensibles en período de sequedad, resultante del uso de antihistamínicos y, en ocasiones, píldoras anticonceptivas.
Un mal uso vocal se define como un uso incorrecto del tono y de la intensidad en la producción de la voz. Si una persona usa mal su voz, puede aparecer un daño en sus pliegues vocales. Las causas que provocan el mal uso vocal son:
  • Utilizar una intensidad vocal elevada al hablar en situaciones con altos niveles de ruido ambiental, como mientras viajamos en coche, cuando se está cerca de una maquinaria pesada, mientras se usan equipamientos motorizados deportivos, mientras se escucha música rock, etc.
  • Los niveles elevados de tono tienen tendencia a aparecer como consecuencia de niveles elevados de intensidad.
  • Una elevación de la intensidad y del tono vocal puede ocurrir por varias razones, como consecuencia de una tensión emocional, generalmente acompañada de una excesiva tensión muscular que afecta directamente a la laringe; en otros casos, son fruto de trastornos de la personalidad o, en ciertas ocasiones, simplemente por hábito inadecuado.
Carmen Irene Jiménez Bujalance
Psicóloga / Logopeda
Share:

domingo, 6 de noviembre de 2011

Trastorno de pánico y Trastorno de Ansiedad Generalizada: Diferencias


Como categoría diagnóstica, el trastorno de ansiedad generalizada se ha especificado y concretado en las últimas versiones del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM, APA), con respecto a versiones anteriores en las que se consideraba como categoría residual. Desde la aparición del DSM-III-R (APA. 1987) pasa a considerarse como entidad diagnóstica separada. El DSM-IV mejora su descripción e incluye el término de incontrolabilidad de las preocupaciones, descartando el concepto de irracionalidad de las mismas presente en anteriores versiones. A pesar de la presencia de la preocupación en todos los trastornos de ansiedad, el foco de la misma variaría de un cuadro a otro, dando así especificidad a cada caso. A diferencia de otros cuadros de ansiedad, en el TAG (Trastorno de Ansiedad Generalizada) la preocupación gira en torno a una amplia gama de situaciones, siendo la incontrolabilidad y la metacognición de la persona sobre la misma, la característica principal del cuadro (Wells, 1999).


El replanteamiento conceptual del trastorno ha dado lugar a nuevos modelos explicativos, y por lo tanto métodos de evaluación y aproximaciones terapéuticas que centran su atención en el componente cognitivo de la preocupación (V. Caballo,  2000).

En cambio, el trastorno de angustia aparece como trastorno específico en el DSM-III (1980) y se define en el DSM-IV en base a la presencia de ataques de pánico recurrentes y la preocupación persistente por tener otros, por las consecuencias de los mismos, o por un cambio significativo en el comportamiento relacionado a los mismos. La característica principal del cuadro de angustia es el ataque de pánico, caracterizado por aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos, acompañado de síntomas físicos y cognitivos, que se inician bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros 10 minutos. Sin embargo el síntoma fundamental en el TAG es la ansiedad generalizada y persistente en el tiempo (más de 6 meses), con una excesiva inquietud irreal y expectativa aprensiva hacia una amplia gama de situaciones y acontecimientos (rendimiento laboral, escolar, salud, familia etc.), no estando restringida a una situación en particular como en las fobias ni presentándose exclusivamente en forma de crisis, como en el caso de las crisis de pánico. El estado de ansiedad es casi permanente, oscilando levemente durante el transcurso del día y afectando la calidad del sueño.

El pánico y la ansiedad generalizada son dos entidades separadas que requieren de peculiaridades propias en el proceso de evaluación y tratamiento. La diferencia, por lo tanto, entre el "trastorno de ansiedad generalizada" y el de "angustia o pánico" se basa en que en el primero el paciente continuamente se encuentra mal, mientras que en el trastorno de angustia, el paciente se encuentra perfectamente bien entre las crisis. Las personas con TAG si se preocupan por su salud lo hacen de forma más global que los que padecen angustia, a la vez estarían más preocupados por más cosas.

En la ansiedad generalizada las exacerbaciones pueden presentarse de forma gradual y sin amenaza de muerte , miedo a perder el control o volverse loco como ocurre en la angustia ,en la cual la ansiedad es de naturaleza inminente asociada a peligro inminente (daños, muerte o pérdida de control), es paróxica y de gran intensidad, mientras que en la ansiedad generalizada ,la ansiedad tiende a establecerse más lentamente, en ausencia de niveles altos de activación y con predominancia de preocupaciones sobre eventos futuros .

En la angustia el escape o la evitación ocurre casi de inmediato y con claridad (Barlow y Clarck), además se relaciona principalmente con situaciones, mientras que en el TAG, la conducta de evitación, es de carácter cognitivo y puede ser simplemente estar nervioso, preocupado por todo o ansioso.

El pánico tiende a manifestarse en la zona precordial, con opresión y palpitaciones, en el TAG Las manifestaciones se registran a nivel gastrointestinal, con nauseas, vómitos etc. Según el perfil reactivo, en el pánico hay menos activación del sistema central y más síntomas de hiperactividad autónoma y en el TAG se presenta más activación del sistema central y menos síntomas de hiperactividad autónoma. Los síntomas somáticos no son un rasgo definitorio en el TAG, este se caracteriza más fiablemente a través de la tensión muscular y las preocupaciones.

Como síntesis de las principales diferencias entre el pánico y la ansiedad generalizada se puede resumir, según Echeburúa y Corral, (1991) en lo que sigue:

La angustia se caracteriza por:

·        Alta prevalencia familiar.

·        Trasmisión genética.

·        Buena respuesta a antidepresivos.

·        Mala respuesta a benzodiacepinas.

·        Provocación con lactato sódico.

·        Alta prevalencia de depresión mayor.

·        Asociación frecuente con fobias y antecedentes de fobia escolar.

Sin embargo la ansiedad generalizada se caracteriza por:

·        Baja prevalencia familiar.

·        No trasmisión genética.

·        Mala respuesta a antidepresivos.

·        Buena respuesta a benzodiacepinas.

·        No provocación con lactato sódico.

·        Baja prevalencia de depresión mayor.

·        Menor asociación frecuente con fobias.

·        No antecedentes de fobia escolar.
Mohammed Jamil El Bahi
Psicólogo/Psicoterapéuta
Share:

jueves, 3 de noviembre de 2011

Bilingüismo:Ventaja o inconveniente

  
Un individuo bilingüe se expresa en dos lenguas, dependiendo de las personas o circunstancias en que se encuentra. La división de las funciones de las lenguas: lengua familiar, de aprendizaje, de cultura, es un hecho individual. Normalmente la persona bilingüe tiene una lengua principal, y es aquella con la que se identifica personalmente, la que utiliza con más frecuencia y con más facilidad, es la lengua de sus relaciones más personales y la lengua en la que mantiene sus monólogos interiores. Ésta suele ser la misma durante toda la vida, pero en algunos casos puede variar y la segunda convertirse en principal.

Pero ser bilingüe; ¿es una ventaja o un inconveniente?

En los primeros 50 años del siglo XX psicólogos como el francés Ronjat (1913), precursor del “Principio de Grammont” (un padre-una lengua) o Leopold (1949) en las descripciones del comportamiento infantil de sus hijos bilingües, concluyen datos favorables a la educación bilingüe al describir una evolución de sus hijos, paralela armónica y semejante los sujetos monolingües.

Otros autores concluyen lo contrario. Parten de la idea de que la personalidad del individuo se forja por su integración en una cultura, la cual se manifiesta en primer lugar a través de la lengua. Así pues, la adquisición de la lengua sería el primer paso en el proceso de integración en una cultura de una persona. Desde esta perspectiva, el niño ha de ser educado en una sola lengua, un bilingüe seria una personalidad dividida.

Los defensores de este punto de vista sostienen que la introducción precoz de una segunda lengua sería perjudicial para el desarrollo mental, a causa de las confusiones que interferirían en el ejercicio normal de la inteligencia. Los estudios psicométricos posteriores, fueron desfavorables al bilingüismo, los autores describían usos imperfectos de las lenguas y déficits intelectuales derivados de la condición bilingüe de los sujetos experimentales. Posteriormente estos resultados han sido achacados a errores del muestreo y contaminaciones socioculturales.

Según la hipótesis de Sapir-Whorf, el lenguaje es un producto social que condiciona la manera de aprehender el mundo que nos rodea. Como los lenguajes son diversos en la medida que son un reflejo de las diferentes relaciones sociales de las comunidades, las personas que piensan a través de estos lenguajes aprehenden el mundo de una manera distinta. El bilingüe, será más o menos consciente de las diferencias de significados de las palabras y expresiones de ambas lenguas, conocerá más o menos éstas dificultades, pero no tiene porqué convertirse en un problema personal.

Los datos empíricos más recientes, Peal y Lambert (1962), concluyen las ventajas de ser bilingüe, en este estudio los bilingües eran superiores en tareas cognitivas y lingüísticas.
Sin embargo muchos autores en tareas lingüísticas encuentran más competentes a los bilingües en tareas metalingüísticas, pero no en la competencia habitual del idioma en la que logran mejores puntuaciones los monolingües (Bialystok, 1988).

Finalmente en el caso de niños con dificultades de lenguaje, el bilingüismo familiar, cultural o escolar ocasiona mayores problemas a la hora de tomar decisiones educativas.

En definitiva, los ventajas o inconvenientes de ser bilingüe dependerá en mayor medida, de una serie de variables de carácter social que pueden determinar el beneficio o no de una situación bilingüe.


Carmen Irene Jimenez Bujalance
Psicóloga
Share:

Copyright © Centro de Psicología Clínica y Logopedia Averroes | Powered by Blogger
Design by SimpleWpThemes | Blogger Theme by NewBloggerThemes.com