viernes, 18 de marzo de 2011

El sistema familiar entre la rigidez y la flexibilidad

El papel de la familia es primordial en la vida de sus miembros y en particular en la vida infantil, puesto que es su entorno natural y fundamental durante mucho tiempo. De hecho, sus funciones múltiples y básicas no han sido desestimadas por ninguna concepción teórica de la psicología: servir de apoyo, soporte y fuente de experiencias y de seguridad física y psicológica...
En este contexto de placenta biológica, social y evolutiva, llevar a cabo dichas funciones es una labor comprometida, exigente y complicada. Por una parte, debido a los posibles factores de estrés familiar (sobre todo, los relacionados con la propia educación y crianza de los hijos, los asociados a los sucesos de la vida y los factores internos tanto de padres como de hijos), o simplemente, a los cambios en el ciclo vital de la misma. Por otra parte, por la complejidad misma de las relaciones padres-hijos, adultos-adultos y del sistema familiar en sí. En ese sentido, hablar de un modelo familiar o de un estilo educativo perfecto contemplando todos los matices, es más comprometido aún.

Intentaremos hablar sólo de unas categorías o estilos educativos generales derivadas en parte de dos áreas básicas. La afectividad y la disciplina. La primera entendida en término de cohesión o identificación y unión de los miembros de un grupo familiar entre sí, que oscila a lo largo de un continuo que va desde la identificación y unión total a la desvinculación (superposesión/rechazo afectivo). La segunda, tal vez el área que más controversias plantean para las familias, se refiere a la mayor o menor flexibilidad de las normas, que va desde rigidez total de las reglas hasta su inexistencia (Estilo restrictivo, estilo permisivo).

Estilo superposesivo:
En este estilo educativo, los padres suelen combinar el afecto excesivo con la sobreprotección debido a la preocupación excesiva y la ansiedad que sienten por el bienestar y la seguridad de los hijos. En muchos casos estos patrones de conducta paternos se producen como respuesta a varios factores: Privación afectiva de los propios padres durante su infancia. El hecho de esperar muchos años sin poder tener hijos, familias con hijo único y otros relativos a los niños como: Enfermedades, accidentes, defectos y hospitalización prolongada, etc.

Los hijos son generalmente aprensivos, como si estuvieran rodeados siempre de peligro, muestran menos originalidad, menos deseos de explorar, de conocer situaciones y lugares nuevos. Les cuesta mucho trabajo relacionarse y hacer amigos. En el colegio se adaptan mejor; sin embargo, en su casa suelen ser desobedientes, insolentes, exigentes y con crisis de mal humor.
Estilo de rechazo afectivo:

Es un estilo categoría que se caracteriza principalmente por una actitud de descuido, indiferencia y desatención. En casos extremos, los padres no sólo rechazan a los hijos, sino demuestran también una indiferencia general por su seguridad y una falta de verdadero interés por su desarrollo personal y social. Suelen también descuidar a sus hijos físicamente, pero la medida en que lo hacen varía según las circunstancias económicas y sociales particulares de cada familia.
Los hijos tienden a sentirse abandonados, desconsiderados, faltos de atención, comunicación y cariño. Suelen sufrir retardos en su desarrollo personal y muestran deseo constante de aprobación y cariño. En la escuela son menos activos físicamente.

Estilo permisivo:

 El modelo familiar permisivo, generalmente, se caracteriza por un exceso de autonomía y una excesiva concesión en las demandas de los hijos, de tal modo que se refuerza en ellos las conductas de capricho, permitiéndoles hacer lo que quieren. Los padres son excesivamente indulgentes, de modo que dan al niño más cosas de las que razonablemente necesita. Al niño se le permite comportarse de tal modo no porque los padres sean despreocupados, sino porque son incapaces de imponerse, de resistir y de decir “NO”. Esto hace que se sientan personalmente incapaces para afrontar las numerosas situaciones difíciles que surgen inevitablemente con los niños y la inseguridad que sienten les causa muchos momentos de ansiedad.

Los hijos de familias permisivos, tienden a ser inestables y a mostrar oscilaciones de humor y de conducta: del comportamiento amistoso y la sociabilidad a la agresión y la hostilidad, de la confianza a la desconfianza, de la independencia a la dependencia, del control al desquicio.

Estilo restrictivo:

El estilo restrictivo se manifiesta por la frecuencia o exceso de conductas paternas que reflejan seriedad, castigo y rigidez en las normas. Este modelo educativo se caracteriza, básicamente, por una actitud punitiva y hostil y otra excesivamente normativa, basada en el abuso de recriminaciones, refuerzos aversivos y un control estéril.

Unos padres obtienen el control excesivo mediante preceptos morales con poco o ningún castigo físico. Otros, mediante el convencimiento propio del valor de la obediencia, el orden y el control. Tratan de inculcar estos principios a sus hijos adoptando normas de educación estricta en forma de rutinas de autoridad y obediencia indiscutidas y que ello suele justificar con la determinación de no maleducar a sus hijos. Existen otras formas de control, entre ellas el exceso de castigos físico o simplemente en continuos reproches, con un ocasional recurso al castigo físico.

En definitiva, el control excesivo y la falta de afecto cordial, crean un clima familiar autoritario con dos efectos principales sobre los hijos:
  • Cuando el control se ejerce mediante preceptos morales, el niño se torna socialmente tímido y apocado.
  • Cuando se impone mediante severos castigo, el niño es por el contrario, socialmente atrevido y agresivo. 
Estilo asistencial/personalizado:
Se caracteriza por un planteamiento educativo basado en el amor, afecto y en el cuidado y respeto hacia la autonomía y libertad de los hijos. Proporcionarles medios, oportunidades, estímulos y una normativa adecuada, brincarles una visión realista del mundo con el fin de adquirir una personalidad claramente identificada, bien integrada y autosuficiente, en definitiva un desarrollo armonioso.

Las relaciones entre los miembros de la familia se basan en la cordialidad, la ternura y la comprensión. Comunican entre sí de forma clara, espontánea, honesta y recíproca. Los padres adoptan posturas flexibles y actitudes razonables, porque saben que el déficit o el exceso no desconcierta sólo a los niños, sino al sistema familiar en su totalidad. Para los más pequeños les brindan oportunidades de explorar, teniendo en cuenta los posibles riesgos; para los mayores, libertad de elección, siempre que sea posible, sin dejar de tomar en consideración sus limitaciones objetivas y proporcionarles asesoramiento, ayuda y consejo en muchos asuntos importantes para ellos.

En este modelo familiar, los padres se sienten razonablemente seguros en su papel de adultos. Son capaces de resistir las presiones emocionales del propio hecho de criar hijos; fijar límites lógicos y aceptar la ocasional respuesta inadaptada de los hijos y evaluar sus cualidades y defectos. Intentan adaptarse y adaptar a sus hijos a los cambios en el ciclo vital de la familia, al tiempo que conservan una identidad bien definida y una individualidad propia.



Mohammed Jamil El Bahi

Psicólogo/ Psicoterapeuta
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